Revolución #139, 10 de agosto de 2008

Una carta a Revolución de Hank Brown

Sé emancipador de la humanidad

En la calle este fin de semana, estaba hablando con un hombre negro de aproximadamente mi edad de los asesinos desmanes de la policía de Chicago. Él estaba enojado sobre lo que el sistema le hace a la juventud, pero también criticaba a la misma juventud. Parece que no entendía que es el sistema que creó la chingada situación en primer lugar.

Le hablé de cómo la ira que tiene la juventud sobre su situación es una buena cosa, es justa, pero se expresa de manera muy negativa ahora. Quería compartir con los lectores de Revolución algo de mi propia experiencia de joven en Birmingham a principios de los años 60 y qué importancia tenía la existencia de un movimiento revolucionario del que podía estar parte, apuntar mi enojo al sistema y a la larga, unirme con la revolución y el comunismo y ser parte de la lucha para emancipar a toda la humanidad.

De joven, me rebelaba contra los grandes; para mí, esa generación soportaba la segregación y Jim Crow, y lo aceptaba, y me decía que tuviera que aceptar la misma mierda. Al carajo eso, no era para mí el “sí señor, no señor”. A pesar de que amaba a mis padres, estaban locos si creían que yo iba a hacer eso. Había algo completamente diferente en el aire acerca de lo que era posible. No me gustaba ver a los grandes así pero no iba a agacharme. La gente hablaba de la necesidad de respetar pero hay algunas cosas a que no se puede respetar y como un joven, no crees que te las puedas tragar. Esa mierda de “respetar” está muy de moda actualmente en toda la sociedad, y están intentando inculcártela, y esa respetabilidad te hace atragantar.

Para mí, fue ese movimiento que hervía a mi alrededor. Jo’er, la gente estaba en la calle todos los días, parte del ambiente fue confrontar a la chota. Yo tenía unos cuates y nos juntábamos y hacíamos nuestros propios plantones. No era parte de las cosas organizadas porque a veces las otras manifestaciones nos eran muy tímidas. Queríamos confrontar al sistema. Eso fue el resultado de lo que nos estaba pasando. No era solamente que los supremacistas blancos mataron a cuatro niñas en la explosión de la Iglesia Bautista de la Calle 16, pues eso hubiera bastado, pero la gente negra sufría constantes golpizas y bombardeos de casas. Yo era un chico que intentaba inscribir a los votantes en el padrón; los grandes me abrirían la puerta y me dirían: “Vete a la chingada, lárgate, no quiero que me vuelen la casa”. Me molestaba que la gente tuviera que vivir así, que mis padres no protestaran más en la calle. Querían controlarme. No iba a soportar eso aunque sabía que esos hijos de puta, el sherifato y aquellos de esa calaña, te matarían. Pero en ese entonces, nos importaba un carajo. Así que puedo entender a la juventud de hoy, les importa un carajo vivir o morir, no más no quieren vivir así.

Hay similitudes. ¿Qué futuro tenía los jóvenes en la mierda de Jim Crow en aquel entonces y qué futuro tiene hoy? Entonces, nos decían niggers y boys [palabras despectivas y racistas que se refieren a los negros]. Hoy, somos hoodrats [ratas del barrio] y thugs [rufianes].

Lo diferente era que entonces había un movimiento revolucionario y eso era algo, algo importante, hacia lo que me podía canalizar la ira. Aun en esos años, meterme en la revolución quería decir salir de otra cosa. Alguna gente dejó la universidad y la carrera e ingresó al movimiento revolucionario. Otra gente dejó lo que solíamos llamar la onda “lumpen”. Aun en ese entonces, había gente que nos creía locos por estar metidos en esto, y tuvimos que luchar por que la gente entendiera que no éramos los mismos de antes, que cuando cotorreáramos, no lo hacíamos como de antes, que lo hacíamos como revolucionarios. Así que había mucha lucha. No fue fácil. Alguna gente estaba orgullosa de nuestro desafío, y otra gente no entendía por qué lo hacíamos.

No era que me volví revolucionario de la noche a la mañana, pero aprendí que toda la mierda alrededor de mí, toda la segregación, el racismo y la mierda que odiaba, venía de un sistema, y no eran nomás unos racistas blancos. Si bien sí había un chorro de ellos, pero venía de un sistema. Aprendí esto saliendo a luchar contra las injusticias y metiéndome más en la teoría y la ciencia revolucionarias. Eso es importante para la juventud de hoy, necesitan todo eso, necesitan este movimiento revolucionario para poder tener un futuro. Tienen que entender que hay una salida, que la gente no tiene que vivir como vive hoy. Que hay todo un mundo nuevo que es posible. En el proceso de luchar contra la mierda que los metió en esta situación, pueden empezar a transformarse. Es eso lo que sintetiza el lema “Luchar contra el sistema, y transformar al pueblo, para la revolución”. No es no más un lema, sino una manera concreta con que el pueblo puede ir de aquí para allá. Para que se levanten y se salgan de la mierda en que están metidos y lleguen a ser emancipadores de la humanidad. De muchas maneras, mi propia experiencia es testimonio de esto.

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